Desde concursos de belleza y eventos deportivos, hasta competencias curiosas de comida o encuestas virales, hay una frase que se repite: “los peruanos siempre estamos en el top10”. Muchos lo atribuyen al “tecleo masivo”, otros a que estamos mejor informados o simplemente participativos. ¿Pero qué tan certero es esto? Y más importante aún: ¿qué implicancias tiene para nuestra vida ciudadana y política?
1. Sí, hay cierta verdad
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Participación activa y comunidad digital: Perú tiene una población joven muy conectada, con acceso creciente a smartphones y redes sociales, lo que facilita que se unan a votaciones online masivas.
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Orgullo identitario: muchas votaciones se vuelven populares por identidad: apoyar un candidato local, un representante del país, el orgullo de ver al Perú representado globalmente.
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Movilización bien organizada: en algunos casos, organizaciones informales, grupos de WhatsApp, fans clubes, blogs o influenciadores promueven la votación, lo que multiplica los votos.
2. Las críticas tienen fundamento también
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¿Qué tan representativas son estas votaciones? Muchas son triviales, no explican el contexto ni tienen consecuencias políticas reales. Se vuelven medios de distracción: concursos de comida, cantantes, transmisiones de streamers. Esto puede desviar la atención de problemas más serios.
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La prensa y los medios tradicionales enfatizan estos eventos. Se promocionan programas, noticias sensacionalistas que resaltan la votación popular para “distraer” del control legislativo, de leyes que se aprueban sin debate público claro.
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Desinformación y escasa rendición de cuentas: cuando algo importante se vota o consulta (como la bicameralidad), muchas veces el ciudadano promedio no conoce los detalles, las consecuencias reales; mientras los medios no profundizan, titulares confusos.
3. Ejemplos recientes que ilustran este fenómeno
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La aprobación del retorno a la bicameralidad: aunque en el referéndum de 2018 la ciudadanía rechazó la bicameralidad, el Congreso ha impulsado su retorno mediante reformas constitucionales, incluso con proyectos que evaden o minimizan la necesidad de un nuevo referéndum.
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Las reformas previsionales y AFPs: muchos proyectos discutidos, marchas, titulares, promesas de retiro de fondos, pero la población muchas veces no termina de comprender todos los matices de la ley aprobada, quién gana y quién pierde.
4. ¿Está mal ganar votos online? No necesariamente
Hay algo positivo: participación ciudadana, digitalización, poder popular. Que la gente vote, se interese, comparta, promueva, puede ser una forma de empoderamiento. Si se organiza bien, con información clara y transparencia, estas votaciones pueden generar impacto real en ciertos ámbitos:
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Promover candidatos o representantes en foros digitales o comunitarios.
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Influir en percepciones culturales, moda, arte, deporte.
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Obligaciones morales de medios: podrían usar ese mismo interés para informar sobre leyes, reformas, decisiones políticas.
5. Pero no quita responsabilidad
Para que esa capacidad de movilizar votos digitales no sea solo espectáculo, se necesita:
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Educación mediática: que los ciudadanos entiendan lo que votan, qué significa una ley, qué implican los referéndums, los efectos en la práctica, no solo el titular.
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Cobertura responsable de los medios: que no solo destaquen “qué concurso ganó”, sino qué pasó con las leyes rechazadas, qué promesas se cumplieron, que investiguen.
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Transparencia institucional: leyes claras, seguimiento ciudadano, sanciones si hay irregularidades.
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Herramientas de fiscalización digital: redes, plataformas de denuncia, periodistas independientes, comunidades que investiguen y exijan cuentas.
6. Comparativa con otros países
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En algunos países desarrollados, las votaciones online tienen menor impacto de masas o se restringen legalmente, porque hay mayor concentración en lo institucional, lo económico, lo laboral.
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En países con economías más estables, con mayor confianza en instituciones, la gente tiende a participar menos en concursos virales y más en lo que consideran “serio”.
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En otros, sí sucede algo parecido: movilización digital fuerte pero con poca incidencia política real.
7. Somos peruanos, pero
Somos peruanos, participativos, orgullosos y creativos. Nos encanta ganar, y lo hacemos mucho en votaciones de todo tipo online. Pero esa potencia se desperdicia si no la usamos también para lo que verdaderamente importa: educación, ley, transparencia y poder ciudadano real.
Que el Perú quede en Top10 en concursos de belleza o votaciones virales es algo que demuestra espíritu, unión, algo visible. Pero mientras sigamos distraídos, mientras que lo que cuentan son los memes, los retos y los premios fáciles, no nos damos cuenta de que en las sombras se aprueban leyes, se hacen reformas, muchas veces sin que la voz de la población la comprenda completamente.
Nuestro reto como país no es solo ganar concursos. Es pedir más, exigir claridad, informarnos, usar ese poder digital para construir algo más grande: mejor justicia, mejor educación, mejor salud, leyes que beneficien. Ahí, sí que no tendríamos techo.
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